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¿Qué hacer con el niño hostigador?


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Este es todo un tema que –debido a su complejidad y a la sensibilidad que genera– debe ser abordado con cautela; desde tiempos inmemoriales se afirma que el niño siempre nace bueno y que, si se hace malo, es por culpa de sus experiencias tempranas; otros, sin embargo, afirman que no hay niños con maldad.


Las investigaciones realizadas hasta el momento no han arrojado resultados contundentes, aunque sí sabemos por Robert Hare –el mayor experto mundial en la materia– que la psicopatía se desarrolla a edades tempranas, y que hay factores orgánicos cerebrales que predisponen al individuo; se agrega que el ambiente familiar no es determinante para su desarrollo.


Hasta el momento no se ha descubierto un tratamiento que sea eficaz; si bien hoy están experimentando con un abordaje terapéutico basado en egoísmo, sabremos en unos años si la evidencia empírica muestra resultados positivos.  Hoy se corre el riesgo de que las terapias habladas puedan contribuir a potenciar sus habilidades de manipulación y su capacidad de mentir.


Lo mismo sucede con lo que hoy se ha puesto de moda la educación emocional, que lejos de contribuir a la disminución del Bullying, lo vuelve más sutil y difícil de detectar, generando un peligro aun mayor.


Recordemos, las emociones no se educan, se sienten y se expresan. Ahora bien: cuanto más pequeño es el niño con este tipo de trastorno desafiante oposicionista más altas son las posibilidades de socializarlo.


Como la psiquiatría no habla de psicopatía en los niños sino de trastorno desafiante oposicionista o trastorno disocial, hay que hacer un diagnóstico muy profundo para determinar si en la base de los mismos no hay un funcionamiento psicopático, cuyo núcleo sería la ausencia de miedo y de empatía, así como el placer por agredir y ver sufrir


Si no hay este núcleo entonces se puede llegar a revertir o mitigar. Socializarlo supondría lograr que se adapte a las normas sociales, que las internalice, lo cual conlleva a que cuando las transgrede sienta culpa y por ende no lo haga.


En cambio, quien tiene un funcionamiento psicopático, conoce muy bien las normas, pero no logra la internalización de las mismas y al no tener empatía, ni culpa, ni miedo, se especializan y se convierten en los futuros depredadores.


En estos casos los padres varones suelen ser muy severos con ellos y las madres muy permisivas y culposas. Por tanto, hay que comenzar por entender que estos niños deben tener padres que funcionen en bloque.


¿Qué significa ello? Que ambos deben estar de acuerdo en la puesta de límites, en respetar las penitencias y en cómo educarlo en general. No puede haber desacuerdos delante del menor; cuando uno de los padres pone el límite y/o la penitencia, estos deben ser respetados por el otro padre; si hay un desacuerdo se hablará a solas, jamás frente al hijo. Esta es la base sobre la que deben posicionarse, para luego hacer el resto del trabajo.


Para un chico con trastorno desafiante oposicionista y que no tiene empatía, le será muy difícil internalizar la norma y sentir culpa cuando hace daño a otros. Por eso se hace fundamental comenzar lo antes posible, hasta la etapa de la adolescencia, una puesta de límites clara y firme, a la vez que sostener las penitencias, las que, en caso de ser transgredidas, deberán ir en aumento por incumplimiento.


Si estos niños, además, son encantadores, el problema será aún peor, ya que a los adultos les será mucho más difícil evitar caer en su seducción y reírse de las maldades que hace, tomándolas como simples travesuras. Es por eso muy importante que todos los adultos estén atentos a esta forma de manipulación y no solo que no se rían, sino que no la aprueben en absoluto.


El otro pilar fundamental para que el niño logre internalizar la norma, es la búsqueda del desarrollo de su empatía, que no es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, sino de comprender y compartir los sentimientos, pensamientos y experiencias de otras personas, mostrando compasión y sensibilidad hacia sus emociones.


Una forma de desarrollar esta sensibilidad es por ejemplo a través del cuidado de mascotas, aunque teniendo mucho cuidado en este último punto, porque suelen maltratarlas y torturarlas. En todo caso debe procurarse que jamás se consiga un efecto opuesto al que se pretende obtener.


El cuidado de las mascotas contribuye a que el niño descubra el daño que puede ocasionar en el otro con sus actos y que pueda ponerse en el lugar y sentir lo mismo que el otro, muchas veces a través de juegos de roles. Las terapias conductistas, basadas en la modificación de la conducta, también pueden ayudar a alcanzar buenos resultados.


De todas maneras, cabe destacar lo dicho, que aún no hay nada que pruebe que la psicopatía tenga cura: ni fármacos, ni terapias; pero siempre hay que intentarlo cuanto más pequeños son los niños, y esto sí es total responsabilidad de sus padres.


Lo que si está dando resultados en niños y jóvenes es las terapias de avanzada, como el EMDR, trabajando codo a codo con los padres y el centro de estudio en la puesta de límites. Se ha visto que esto puede llegar a ser exitoso antes de que se forme la estructura base de personalidad.


Si los niños pequeños con estas características ya asisten a centros de educación se recomienda estar en permanente contacto y establecer una fuerte alianza con los docentes para coordinar las penitencias y hablar mucho con él, para que entienda que lo que hizo no sólo está mal sino que será castigado por ello, mostrándole lo que sí debería haber hecho y principalmente mostrándole que él también ha salido perjudicado.


Si el niño, además de poseer estas características, sufre de enuresis (incontinencia urinaria), le gusta prender fuego y no siente miedo, y siempre se expone a jugar al límite y a estar en situaciones de riesgo, entonces el pronóstico será más complejo.


Más preocupante aún es cuando los padres no quieren ver que su hijo está teniendo conductas antisociales y se niegan a ayudarlo, a buscar tratamientos, potenciando aún más sus conductas, dejándolos impunes.


En estos casos, lamentablemente, si los padres no colaboran, no hay prácticamente nada que podamos hacer. Si se trata de chicos violentos explícitamente  se los termina expulsando de los centros, ya que no acatan las sanciones ni penitencias.


Pero los más peligrosos son los que se integran a la sociedad, manipuladores y seductores que usan la violencia psicológica sutilmente y pasan desapercibidos para todos menos para las víctimas.



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